Actualizado 28 julio, 2024 Por liliana
En primer lugar, nos gustaría plantear que este artículo está articulado a poder dar cuenta de un trabajo de investigación que venimos realizando en el marco de la Universidad de Buenos Aires desde el año 2001 referida al abordaje desde el psicoanálisis de las dolencias psicosomáticas, puntualmente de las dolencias asociadas a la desregulación del aparato inmune y dolencias autoinmunes. Hemos extendido la investigación a los fenómenos así llamados desde la psiquiatría como ataques de pánico porque pudimos ubicar que tanto en los casos de sujetos que padecían las dolencias antes mencionadas como en los que padecían los fenómenos de crisis de pánico, nos encontrábamos con la emergencia de un goce desregulado que se testimoniaba tanto en las dolencias psicosomáticas como en los fenómenos de pánico.
Cabe destacar que las crisis de pánico fueron diagnosticadas por primera vez por médicos militares que ubicaban que el pánico cundía cuando los soldados dejaban de confiar en sus jefes y se relajaban los lazos entre los miembros del ejército.
Ya en Freud en lo que él llamaba la histeria de angustia ubicamos la manifestación de lo que hoy llamamos crisis de pánico. Es decir, los síntomas que el Freud plantea respecto a la histeria de angustia son los mismos que la psiquiatría puntúa en las crisis de pánico:
- latidos fuertes o rápidos del corazón,
- sudor,
- escalofríos,
- temblores,
- dificultad para respirar,
- debilidad o mareos,
- hormigueo o entumecimiento de las manos,
- dolor en el pecho.
Freud retoma esta cuestión en el texto “Psicología de las masas y análisis del yo” planteando efectivamente, que en el momento en que los soldados dejan de confiar en los jefes cunde el pánico, porque nos aclara e ilumina Freud, se rompen los lazos libidinales entre los miembros de la masa y cada uno cuida ya solo de sí mismo
Esto nos lleva a una cuestión central que es plantear porque aún sabiendo que las crisis de pánico se manifestaron en siglos anteriores, pensamos las mismas como una especie de “epidemia” del Siglo XXI, cual es la razón de la masividad que presentan estos fenómenos en nuestros días. Es que pensamos que nos encontramos en una sociedad atravesada por lo que Lacan llamó el discurso capitalista. Discurso que da cuenta de la declinación de la función paterna. Los efectos de ese discurso son
efectivamente el desorden, la anomia, y el relajamiento de los lazos libidinales, como sucede en la masa donde cada uno se las arregla solo. Por supuesto este sálvese quien pueda, es un campo fértil para la proliferación del fenómeno del pánico. Planteamos que en el momento del pánico nos encontramos con una prevalencia del registro imaginario.
Podemos decir que quien padece de “ataques de pánico” siente que “eso le pasa”, pero no hay nada para decir ahí. En principio esto aparece como algo totalmente des implicado de la subjetividad”. Si decimos que el síntoma es respuesta de lo real y que la angustia es su aprestamiento, podemos decir que el pánico, corresponde a una brusca salida de la posibilidad de estos, una expulsión del discurso (sin perjuicio de su reversibilidad posterior) con lo que el goce se desencadena y la subjetividad inerme padece del torbellino del cuerpo, que se expresa masiva y fragmentadamente, sin lograr una unidad que le de coherencia.
Decimos que el pánico no es mucha angustia, ni siquiera su desborde, ya que la angustia supone una subjetividad que o bien la padece automáticamente, o bien elabora una señal que logra la puesta en forma del aparato discursivo. Pensamos que el goce en juego en el pánico es un goce al que hemos caracterizado como “desregulado”.
Proponemos una terapéutica para los casos de crisis de pánico que consiste centralmente en escuchar y alojar al sujeto hasta que una vez instalado este en el dispositivo terapéutico podamos encontrar cuál fue la coyuntura en qué el pánico surgió y encontrar una significación para el mismo que propicie su remisión.