Actualizado 9 septiembre, 2022 Por Fundación Proyecto Asistir
En la Asociación Civil Proyecto Asistir estamos atendiendo cada vez con mayor frecuencia sujetos que parecieran haber sido desde un inicio alojados de manera muy precaria en el deseo de un otro primordial, en el deseo de una madre que carece de la posibilidad de escuchar a su hijo, sujetos en cuya historia ha habido grandes dificultades en relación a este alojamiento.
Así, el lugar que un sujeto ha tenido en el deseo del Otro será central para su destino. Este alojamiento en el deseo de un otro que es responsable de su venida al mundo, es fundamental para que un sujeto pueda constituirse como tal, para que pueda hablar, pensar y aprender. Si un padre (o madre) no puede, a veces por las peores razones, alojar a su hijo en sui deseo, este va a quedar perdido, “a la deriva”. Esto va a tener graves consecuencias en su estructuración. Es decir, ese alojamiento es central para que un sujeto pueda hablar, pensar, aprender y desarrollar sus capacidades. Cuando ese alojamiento en el Deseo del Otro tiene lugar de una manera muy precaria, las consecuencias son un grave déficit en la constitución simbólica de un sujeto.
Por lo general, son jóvenes que padecen de una gran dificultad con relación a poder expresar sus deseos y sus pensamientos a través de la palabra. Entonces actúan en lugar de hablar. A través de estas actuaciones los sujetos buscan ser escuchados. Si no lo son, las actuaciones se repiten de manera compulsiva y el sujeto queda como desamarrado de todo discurso. Pasan a ocupar el lugar de un objeto degradado para sí mismos y para los demás. No pueden pensar, sólo pueden actuar. Se convierten en muchos casos, en “carne de cañón” de grupos mafiosos que los usan para que sean los actores de acciones delictivas. Lamentablemente hemos podido comprobar a partir de nuestra vasta experiencia clínica con púberes y adolescentes, que muchos de estos jóvenes se exponen a situaciones de enorme riesgo vital. Su vida para ellos no vale nada. Esto es así porque lo que ellos piensan es que su vida nunca ha sido importante para nadie.
El escuchar a los jóvenes en el marco de los tratamientos psicoterapéuticos que llevamos a cabo en la Fundación Proyecto Asistir, puede prevenir la profundización de actuaciones riesgosas en relación a sí mismos y a terceros porque pensamos que propiciar la emergencia de la palabra en los sujetos y que ellos reconozcan el valor de las mismas, es central para que los jóvenes puedan dejar de actuar sus padecimientos y dejen de estar posicionados en el lugar de seres “descalificados”, en el que la mayoría de los jóvenes acera de los cuales estamos en este artículo reflexionando, se encuentran. Desde este lugar de descalificación ven la vida como vacía no pudiendo siquiera soñar con la posibilidad de que emerja algún deseo y que sea factible para ellos realizarlo. Desde ese lugar sólo pueden realizar actuaciones que la mayoría de las veces son riesgosas. Pensamos, que dar lugar a la palabra de los sujetos, propicia de manera gradual, que estos comiencen a respetar sus propias palabras y la de sus compañeros. Apostamos en ese momento, a que a partir de este proceso de escucha y de asunción de la palabra puedan comenzar a reflexionar acerca de la singularidad de ellos en tanto que sujetos, acerca del reconocimiento y el respeto por su singularidad, por sus propias capacidades y por sus propios deseos.
Es impactante el cambio producido en los jóvenes que han consentido a iniciar tratamientos psicoterapéuticos en la Fundación Proyecto Asistir, en los cuales la apuesta central fue la apuesta a la escucha de la palabra de los sujetos. Esto constata una vez más que el ofrecimiento de una escucha con relación a los sujetos tiene un efecto relevante con relación a un cambio de posición subjetiva. Que el solo hecho de ofrecerle a un sujeto que hable y asegurarle que su palabra va a ser escuchada tiene un efecto sorprendente en cuanto al cese de las actuaciones y de la violencia.
Que convocar a los sujetos a que hablen y garantizarles nuestra escucha y nuestro respeto por su palabra sigue siendo el mejor antídoto en relación al malestar en la cultura acerca del cual ya Freud nos advirtió.