La adolescencia en Freud y Lacan y más allá…

Actualizado 12 octubre, 2022 Por Fundación Proyecto Asistir

Con Freud
En relación a la noción de pubertad en la obra de Freud, vamos a puntuar
algunas cuestiones centrales en su conceptualización y algunos problemas.
Un articulador para pensar la elaboración freudiana de la pubertad es el
concepto de «nachtraglich», de elaboración retroactiva. El valor del concepto de
“nachtraglich», “aprés –coup” en la obra de Freud es sumamente importante,
forma parte de su aparato conceptual, aun cuando no la definiera, ni diera de
ella una teoría global. Este concepto puede ser articulado a aquello que ya
había sido planteado por Freud en la carta 52 con relación a que los
materiales existentes en forma de huellas mnémicas experimentan
en función de nuevas condiciones, una reorganización, una transcripción.
En mi experiencia, el momento de la pubertad es una de esas nuevas
condiciones. Lo intentaré demostrar a continuación, dividiendo la cuestión en
cinco puntos:
1) La pubertad y los dos tiempos de la neurosis
Debemos recordar que ya desde Estudios sobre la Histeria (1895) Freud
planteaba, con relación a la estructura de la neurosis, dos tiempos:
el trauma sobrevenido en la primera infancia y el segundo que
tendría lugar en el momento de «maduración sexual». Es a este último
al que Freud llamará posteriormente pubertad. Y es recién una vez
atravesado ese segundo momento que Freud nos dirá en el tercer
ensayo de «Tres ensayos para una teoría sexual» (Freud, 1905) que el
sujeto llega a «su definitiva constitución sexual normal».
2) Objeto de amor y objeto de la pulsión
Freud nos dice en el ensayo antes citado: » La trieb sexual, hasta ese
momento, predominantemente auto erótica encontrará por fin el objeto
sexual”. ¿Qué objeto, nos dice Freud, puede ser encontrado? Parecería
que no nos habla del objeto de la pulsión (cuyo estatuto ha
desarrollado admirablemente en los primeros dos ensayos), sino del
objeto del amor, en su registro imaginario. Más, de alguna manera, el
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registro del objeto en tanto que parcial, está planteado también en
Freud con relación a esta cuestión, cuando nos dice en el segundo
ensayo de esta obra: «De estas primeras y más importantes
relaciones sexuales (está hablando del ser amamantado por la madre)
queda gran parte como resto, después de separada la actividad
sexual de la alimentación. Ese resto prepara la elección de objeto,
ayuda a volver a constituir la felicidad perdida». Es en esta línea que
puede entenderse la frase de Freud: «El hallazgo de objeto no es más
que un retorno al pasado». La conmoción frente al objeto de amor no
es tal, sino porque remite al primitivo y mítico momento de satisfacción
pulsional. Satisfacción que desde J.Lacan podemos pensar que está
enmarcada por el fantasma.
La no diferenciación clara del objeto, en tanto objeto parcial de la pulsión y su
registro imaginario y unificante en el amor, lleva muchas veces a confusiones
en cuanto a la problemática de la pubertad.
Hay que esperar a su reformulación de las teoría de las pulsiones a partir de la
dualidad ´pulsional “pulsiones del yo, pulsiones de objeto” para poder ubicar en
su enseñanza la diferenciación entre objeto de la pulsión y el objeto de amor.
Así en “Pulsiones y sus destinos” (Freud 1915) diferencia la cuestión del objeto
de amor del objeto de la pulsión, justamente a propósito de la pubertad. En
este texto nos dice: “Si no solemos decir que la pulsión sexual singular ama a
su objeto, y en cambio hallamos que el uso más adecuado de la palabra
«amar» se aplica al vínculo del yo con su objeto sexual, esta observación nos
enseña que su aplicabilidad a tal relación sólo empieza con la síntesis de todas
las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales y al servicio de la
función de la reproducción”. Así para Freud “el yo ama a su objeto” a partir de
la pubertad.
Es un problema en Freud, la cuestión del abandono de los objetos eróticos de
la infancia y su reemplazo por objetos eróticos no incestuosos. Así, desde
nuestra experiencia clínica, podemos pensar que para un sujeto lo importante
no es sólo perder a la madre, sino la satisfacción pulsional que lo fija a ese
Otro primordial que la madre encarna. Satisfacción que no puede ser
pensada en Freud, sino como ligada al objeto en tanto que objeto parcial.
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3) Acerca de la prohibición del incesto.
Articulando la Ley de la prohibición del incesto a la cuestión de la pubertad,
Freud nos dice: » …Mas por la avanzada época en que tiene lugar la
pubertad se ha llegado al momento en que es necesario alzar, al lado de
otros diques sexuales, los que han de oponerse a la tendencia al incesto».
( …..) «El respeto de estos límites es ante todo, una exigencia civilizadora de la
Sociedad, que tiene que defenderse de la concentración en la familia, de
intereses que le son necesarios para la constitución de unidades sociales más
elevadas”. Esta referencia a la prohibición del incesto como el eje central de la
civilización no deja de ser un aporte precursor (en la medida que en 1905 Levi
Strauss no lo había formulado todavía, es más ni siquiera había nacido), digno
del talento y la sabiduría freudiana.
La cuestión de la pubertad esta entonces, en Freud, asociada a la ley de la
prohibición del incesto, que va a ser re articulada en Lacan a la función
paterna.
Si existe ser humano en tanto ser hablante, si existe condición humana, es por
la Función paterna que es la de transmitir la Ley de prohibición del incesto, la
castración. Si hablamos de pubertad, es en referencia a esa Ley y es por esto
que ya desde Freud, podemos decir que la función paterna está aquí en
primer plano y esto no deja de tener consecuencias en la clínica. Es
impensable la noción de pubertad independientemente de la prohibición del
incesto.
4) El acceso a ser hombre y a ser mujer
Otro punto importante para Freud y que solo mencionaremos aquí, es con
relación a aquello que él llama «la conformación sexual definitiva», el acceso a
ser hombre y ser mujer. Así, en el ensayo » Metamorfosis de la Pubertad » ya
citado, nos dice que dado que el nuevo fin sexual, determina funciones
diferentes para cada uno de los dos sexos, las evoluciones sexuales
respectivas divergirán considerablemente”
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Con relación a la cuestión de la sexuación, hemos releído los textos
freudianos a la luz de lo que Lacan nos enseña, de que bajo la primacía del
significante, los sexos se diferencian a partir de las nominaciones que lo
marcan desde el Otro y de acuerdo a como se posicionen con relación a la
función fálica.
Lo central en ambos casos en Freud, es como se ha resuelto el
sepultamiento del Complejo de Edipo no solo en la vertiente de lo pulsional,
sino con relación a aquellas identificaciones que quedan podríamos decir,
como ganancia de dicho sepultamiento, a partir del abandono de los objetos
amados y su sustitución por los rasgos valorados de estos que llevan a la
conformación del Ideal del Yo.
5) Del acto sexual : Nos dice Freud en el ensayo citado anteriormente: »
Ahora aparece un nuevo fin sexual, a cuya consecución tienden de
consuno, todas las pulsiones parciales”. Este «nuevo fin sexual» no se trata
sino de la posibilidad efectiva de realizar el acto sexual. Y es este nuevo “fin
sexual” la cuestión central que orienta la elaboración freudiana respecto a la
pubertad.
Como a mi entender lo específico de la pubertad, es el enfrentamiento con la
posibilidad efectiva del acto sexual y de ser padre no podemos sino pasar a la
obra de J.Lacan para reformular algunas cuestiones relativas a este planteo.
Con Lacan
Recordemos que en relación al acto sexual Lacan nos dice «…que este acto
instaura algo que (como todo acto) es sin retorno para el sujeto.» Y agrega
que repite algo que remite en última instancia a la escena edípica. (Lacan,
1967)
La confrontación con la verdad de que el acto sexual no supone que haya
relación sexual, remite en última instancia, en Lacan, a la castración del Otro.
Con relación a la castración, hay una respuesta del sujeto. Podemos pensar
esta respuesta desde tres perspectivas. Cabe destacar que enmarco cada una
de estas perspectivas en momentos diferentes de la obra de Lacan.
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La primera en referencia a los desarrollos de Lacan en los Seminarios IV y V,
la segunda en relación a sus enseñanzas en los Seminarios XIV y XV y la
tercera articulada a las formalizaciones de su última enseñanza.
a) En primer lugar, la puesta en juego de los emblemas.
Pongo especial énfasis a lo planteado por Lacan acerca de que es en la
pubertad en que un sujeto debe poner en juego «los títulos que lleva en el
bolsillo», sus «emblemas» (Lacan, 1958). Estos emblemas han sido donados
por quien encarna la función paterna según plantea Lacan en el marco de
sus Seminarios IV y V. Así, cuando Lacan habla de los tres tiempos de
instauración de la metáfora paterna, plantea que es en el tercer tiempo que el
padre dona esos emblemas, esos “títulos” que posibilitaran al sujeto la
realización de su deseo. Estos emblemas que en el caso del varón, en relación
a la función viril, quedaran «nihilizados» (del nihil en latín que significa nada) es
decir, puestos en suspenso durante la latencia para que puedan ponerse en
juego en la pubertad, en el momento de la posibilidad efectiva de la
realización del acto sexual. Cada sujeto responderá en ese momento, con
los emblemas que haya podido tomar del Otro. Estos emblemas, podrían ser
considerados como del orden de las identificaciones en tanto que simbólicas.
Lacan las llama identificaciones metafóricas con la “imago” paterna (Lacan,
1958). Como dije antes, Freud, estas identificaciones las piensa en referencia
a las identificaciones constitutivas del Ideal del Yo a partir del sepultamiento
del Complejo de Edipo.
Entonces en la pubertad, lo central desde esta primera conceptualización de
Lacan es la puesta en juego de esos títulos que le han sido donados (o no),
que le posibilitaran al sujeto, la asunción de su deseo. Así nos dice Lacan
respecto al artículo freudiano “El declive del Complejo de Edipo” en el Libro V
de su Seminario: “El sujeto se identifica con el padre en la medida que lo ama,
y encuentra la solución terminal del Edipo en un compromiso entre la represión
amnésica y la adquisición de aquel término ideal gracias al cual se convierte en
el padre. No digo que sea de aquí en adelante y de forma inmediata un
pequeño varón, pero él también puede llegar a ser alguien, tiene sus títulos en
el bolsillo, tiene el asunto en reserva, y llegado el momento, si las cosas van
bien, si los cerditos no se lo comen, en el momento de la pubertad tendrá su
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pene listo, con su certificado “Aquí tienen a papá que me lo concedió en la
fecha requerida.””
Prosigue Lacan más adelante en ese mismo Libro V de su Seminario: “Si el
padre es interiorizado en el sujeto como ideal del yo y, entonces, no lo
olvidemos, el complejo de Edipo declina, es en la medida en que el padre
interviene como quien, el, sí, lo tiene.” (…) “No quiere decir que el niño vaya a
tomar posesión de todos sus poderes sexuales y a ejercerlos inmediatamente”
(…) Y aclara Lacan al respecto: “Sin embargo, el niño tiene en reserva todos
los títulos. El papel que desempeña aquí la metáfora paterna, es ciertamente el
que podríamos esperar de una metáfora, conduce a la institución de algo
perteneciente a la categoría del significante, está ahí en reserva y su
significación se desarrollará más tarde”(…) “El niño tiene todos los títulos para
ser un hombre, y lo que más tarde se le pueda discutir en el momento de la
pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del todo con la identificación
metafórica con la imagen del padre, si esta se ha constituido en estos tres
tiempos.” (Lacan1958)
Es decir Lacan nos está hablando de que el significante que se ha instituido a
partir de los tres tiempos del Edipo está en reserva y su significación se
desarrollará más tarde, en el momento de la pubertad. Es en este sentido que
considero como dije antes, la pubertad como un tiempo de “aprés coup” de
elaboración retroactiva, de re significación.
A partir del planteo de Lacan en el texto el “Prefacio al Despertar de la
Primavera (Lacan, 1974)” podemos repensar la cuestión de los títulos que el
padre dona en ese tercer tiempo del Edipo articulándola a la concepción
posterior de Lacan del Nombre del Padre como semblante (Lacan, 1974).
b) En segundo lugar, la respuesta fantasmática
Remarco que, como puntualiza J.Alain Miller (Miller, 1982), » a partir del
Seminario de la Angustia, al articular su idea del objeto a, Lacan estudia la
identificación, precisamente para mostrar después que hay un elemento
más, en tensión con eso, que es el objeto a » Miller agrega que » …y se
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puede decir que lo que hace después, es sustituir la respuesta con la
identificación por la respuesta con el ser de goce». Es decir, si en un primer
momento en Lacan, la pregunta acerca del deseo del Otro se respondía
desde la identificación simbólica, a partir de aquí, se trata de una
respuesta asociada a la cuestión del objeto a y entonces, del fantasma.
La noción de fantasma en Lacan nos permite articular puntos centrales en
relación a los conceptos freudianos de satisfacción pulsional, fantasía y objeto.
Enmarcadas nuestras reflexiones en desarrollos posteriores de Lacan,
podemos decir que frente a la castración, el sujeto responde con su fantasma,
fantasma que sostiene su goce, y que a lo largo de la pubertad esta
respuesta se decide. Lo traumático de la sexualidad no remite a otra
cuestión que a la castración propia y del Otro y a esta, el sujeto responde con
su fantasma.
Ya Freud se acerca a esta articulación cuando nos dice en “Metamorfosis…”
que ante la inminencia de tener que enfrentarse con la posibilidad efectiva
de la realización del acto sexual, el sujeto responde primero con sus
fantasías: » Ese resto del goce incestuoso que resta del sepultamiento del
Complejo de Edipo es el que encuentra su satisfacción en las fantasías de
la pubertad » (…) » la vida sexual de los jóvenes tiene apenas otro campo de
acción que las fantasías …»
Desde Lacan sabemos que es a partir de las fantasías de un sujeto que se
construye el fantasma del mismo. (Miller, 1982). Fantasma que es el sostén del
goce del sujeto. Es aquí, en el momento de la pubertad, que se termina de
decidir la posición subjetiva en relación al mismo. Fantasma que se pone en
juego también con relación a la elección de un partenaire.
3. En tercer lugar, tiempo de la pubertad.
Tiempo de reescritura de los significantes unarios.
Resumiendo, en el momento de la pubertad ante la nueva posibilidad del
encuentro sexual, el sujeto responde al enigma del deseo del Otro que ese
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encuentro pone en juego, con su fantasma, fantasma comandado por los
significantes unarios del sujeto.
Postulo que el momento de la pubertad es una oportunidad de reescritura de
esos significantes unarios. Este tiempo de reescritura sería interesante
formalizarlo respecto a la teoría de los nudos porque esa nueva escritura
propiciaría un anudamiento diferente de la estructura y una regulación del goce
diferente. Esta cuestión será desarrollada en un trabajo en el próximo número
de nuestra Revista.
Esto puede ser pensado en la línea del planteo de Lacan en el Libro XXIV de
su Seminario respecto a la creación de un significante nuevo (Lacan, 1977):
“Nuestros significantes son siempre recibidos. ¿Por qué uno no inventaría un
significante nuevo? ¿Porque uno no intentaría formular un significante, que
contrariamente al uso que se hace de él actualmente, tendría un efecto?”
Del goce sexual y la elección de objeto.
Para Freud una de las cuestiones centrales a resolver en la pubertad es
la elección de un objeto exogámico, lo que implica el cumplimiento de la
Ley de la prohibición del incesto. Lo deseable sería que confluyan en
este objeto la corriente de ternura (heredera del goce incestuoso) y la
corriente sexual (producto de la nueva oleada pulsional en la pubertad)
En Lacan encontramos distintos momentos con relación a la cuestión.
En el libro XI de su Seminario, reflexiona: “Efectivamente el encuentro
sexual queda expuesto a los azares del campo del Otro, de ahí parten
los rasgos de la elección de objeto y que hay que hacer como hombre y
como mujer para hacer el amor”. (Lacan, 1964)
Diez años después, en el texto “Prefacio al Despertar de la Primavera”,
comentando la obra de Wedekind, Lacan (Lacan, 1974) nos dice que la
obra da cuenta de qué es para los varones hacer el amor con las chicas.
Remarco esto porque parece que la lectura que él hace del texto de
Wedekind es tomando solo lo que los varones dicen en la obra. Y con
respecto a “hacer el amor”, al encuentro sexual con las chicas Lacan nos
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dice que Wedekind en su obra testimonia muy bien que no es para todos
satisfactorio y que ahí “cada cual fracasa a su manera”.
Lacan remarca en su texto que los chicos “no pensarían en eso sin el
despertar de sus sueños”. Despertar de sus sueños, despertar de sus
fantasías al decir de Freud. Y aclara la cuestión diciendo que Wedekind
se dio cuenta que hay una relación del sentido con el goce. Relación a la
cual me refiero cuando hablo más arriba en este texto, de la respuesta
fantasmática anudada a un goce. Despertar de sus sueños nos dice
Lacan y agregamos nosotros que esos sueños están articulados al
fantasma de cada uno. Pero así como el fantasma vela la falta, el
despertar está asociado para Lacan en todo momento con el
enfrentamiento a lo real. Entonces considero que el despertar de los
sueños da cuenta por un lado de las fantasías que velan el
enfrentamiento con la castración que ese “hacer el amor” implica y de la
imposibilidad de ese velamiento.
Así nos dice Lacan: “….Que el velo levantado no muestre nada, he ahí
el principio de la iniciación. He indicado el lazo de todo esto con el
misterio del lenguaje, y con el hecho de que sea por posponer el enigma
como se encuentra el sentido del sentido. El sentido del sentido es que
él se liga al goce del varón como interdicto. Ciertamente no para prohibir
la relación llamada sexual sino para fijarla en la no – relación que vale en
lo real”. Así, lo traumático de la relación sexual no se debe a que está
prohibida sino porque enfrenta al sujeto a la imposibilidad de
completarse con el partenaire. A que “dos sean uno”.
El fantasma no alcanza a velar lo real, a ese fantasma nos dice Lacan
“hace objeción el más mínimo encuentro con lo real” Se trata entonces
de la irrupción de un goce que el fantasma de cada quien no alcanza a
velar en el despertar. No hay saber en lo real. “La sexualidad hace
agujero en lo real” nos dice Lacan. Recordemos que en este momento
(1974) Lacan articula el agujero (en el nudo) a lo simbólico. Pienso
entonces que retoma aquí la cuestión de que el encuentro sexual queda
expuesto a los azares de lo simbólico, del campo del Otro.
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Agrega Lacan en este texto: “Que el goce en juego sea fálico es la
experiencia la que responde de eso”. No para todos los varones es así.
Con respecto a la mujer Lacan se preguntará de que se trata su goce
“en tanto el hombre no la ocupa por entero”. Así con relación al goce
femenino recordemos que Lacan ubica a la mujer como no-toda en las
fórmulas de la sexuación, dividida entre un goce fálico y un goce más
allá de este (Lacan, 1973). El abordaje de estas cuestiones a partir de la
noción de compacidad le permitirá a Lacan nuevos desarrollos respecto
al goce femenino y al fálico. Esto ha sido motivo de otro trabajo. (1)

EL PUBER ES CONVOCADO A TOMAR LA PALABRA.
Considero que conviene pensar desde las operaciones de alienación y
separación articuladas por Lacan la afirmación de Freud en “Metamorfosis de
la pubertad” con relación a que el individuo debe liberarse de la autoridad de
sus padres y que quizás sea esta una de la cuestiones más dolorosas de la
pubertad. Porque que un adolescente discuta con sus padres, cuestione sus
valores, etc., no significa que no siga alienado a los dichos de ese Otro que
ellos encarnan, que determinaron su existencia y su destino.
La operación de separación en la enseñanza de Lacan implica la caída del
sentido que emerge en el campo del Otro, el enfrentamiento con su falta y
sobre esta falta asumir la propia, y desde aquí, tomar la palabra. Y esto es la
pubertad: el momento en que un sujeto comienza a tomar la palabra. Es decir
la caída del sentido asociado a esos dichos parentales que determinaron su
destino posibilitará para el sujeto tomar la palabra y liberarse de manera
genuina al decir de Freud “de la autoridad de sus padres”.
Pienso por otra parte que la operación de separación puede ser llevada hasta
el final en el marco de un análisis solo a partir de la pubertad. Solo a partir de
este momento un sujeto puede realizar el acto que el poder llevar hasta el final
la operación de separación propicia. Solo a partir de este momento el sujeto
puede aceptar la castración del Otro en toda su dimensión.
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Como antes dije, el sujeto en la pubertad, ante la posibilidad efectiva del
acto sexual es convocado a tomar la palabra, decidiéndose por otra parte, su
posición con relación a su goce.
Algunas consecuencias clínicas.
1) En relación al análisis de sujetos que estén atravesando el
momento de la pubertad nuestra responsabilidad como analistas
es poder escuchar esta palabra que el sujeto en esta coyuntura es
convocado a tomar. El adolescente demanda ser escuchado y
reconocido como responsable de su palabra. El hecho de no serlo
trae aparejadas una serie de dificultades para el sujeto en la
posibilidad efectiva de realizar su deseo, cuestión esta que no deja
de tener consecuencias en la clínica.
2) La función paterna está aquí en primer plano. No es a otra cosa a la
que están articulados los ritos de iniciación tan antiguos como la
civilización misma. La operación de separación sólo puede
realizarse teniendo como eje dicha función. Y si bien sabemos que
la función paterna es siempre fallida, un fracaso rotundo de la misma
va a determinar que la operación de separación también fracase
gravemente. Cuando esta fracasa entonces, el sujeto pese a que es
convocado a tomar la palabra no lo puede hacer y responde a
esta convocatoria con el derrumbe de la estructura en el caso de la
psicosis, con el desencadenamiento de sus síntomas, con la
irrupción del goce desregulado de la anorexia, bulimia, adicciones,
y/o psicosomática o a través de actuaciones.
En los casos en los que responden con actings, lo que prima es un llamado al
Otro que encarna la función paterna para que esté a la altura de dicha función.
En el caso de los sujetos que consultan desde esta posición (lo cual es muy
frecuente en los adolescentes), es necesario que el analista como condición
previa al inicio del análisis pueda alojar este llamado.
Tomemos el caso de Javier (2). Lo primero que este adolescente le “muestra” a
la analista es que roba, al quedarse con un dinero que los padres le habían
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dado para pagar los honorarios de las sesiones. Roba cotidianamente altas
sumas de dinero, pero solo a sus padres. Roba para darle el dinero a la novia
que esta le reclama. La madre aclara en una entrevista que Javier es hijo
adoptivo y que ella “no lo robó”. Ella se refiere a él como a un intruso, un
“cabecita negra” que vino a robarle.
Fue necesario un fuerte alojamiento en el deseo de la analista para que Javier
cambiara de posición pudiendo pasar del “mostrar”, robando de manera
incesante a sus padres a decir algo del orden de su verdad: teme ser
abandonado por otro. Debe pagar por ocupar un lugar. Cuestión que se
relaciona con las fantasías acerca de su origen. El pensaba que su madre
biológica lo había “dado” porque necesitaba dinero.
Comienza a implicarse en las situaciones que padece y a preguntarse acerca
de qué es lo que le sucede en relación a varias cuestiones. Entre ellas acerca
de su padre y los emblemas que éste detenta pero no dona. Acerca del lugar
singular, el de “delincuente”, que ha ocupado en relación al goce materno, ya
que cabe destacar que su madre estaba siempre pendiente de que alguien le
robe. Acerca de ese lugar de marginal, de “cabecita negra”, incapaz de hacer
cosas en serio en el cual se había instalado. Deja entonces de estar
identificado a ese “delincuente” que horroriza a su madre y roba a su padre ese
dinero, que éste con orgullo exhibe, siendo esta la única manera que Javier
había encontrado para hacerle “falta”. Se asume como un sujeto que decide
vivir la vida de manera digna.
El alojamiento decidido en el deseo del Otro, del analista, ha conseguido,
siguiendo el planteo de J. Lacan en el “Seminario de la Angustia” (Lacan, 1963)
“poner a dar vueltas el caballo en el picadero”, pudiendo Javier dejar de robar y
comenzar un análisis.
En relación a los pasajes al acto que también son muy habituales en la
adolescencia pienso que están articulados a las mismas cuestiones.
Cuando un sujeto ha hecho un llamado al Otro que encarna la función
paterna para que lo sostenga en su deseo y no ha sido escuchado, el sujeto
puede dar la espalda a ese Otro y quedar “a la deriva” como gran parte de
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los jóvenes de nuestros días. Muchos de ellos podrán llegar a realizar pasajes
al acto que impliquen un daño corporal como cortes en el cuerpo o llegar al
suicidio. Será relevante que el analista aloje al sujeto de manera decidida para
evitar el pasaje al acto y propiciar el comienzo del análisis.
Por supuesto que esta cuestión hay que pensarla en la lógica del caso por
caso y teniendo en cuenta las particularidades de cada sujeto y de su época.
3) Resulta determinante en el modo de responder a la convocatoria que
la pubertad implica, la manera en que los sujetos han sido alojados
en el Deseo del Otro en su venida al mundo.
En Conferencia en Ginebra sobre el síntoma dice Lacan ( Lacan, 1974) “
Sabemos muy bien en el análisis la importancia que tuvo para un sujeto, vale
decir, aquello que en ese entonces no era absolutamente nada, la manera en
que fue deseado. Hay gente que vive bajo el efecto, que durará largo tiempo en
sus vidas, bajo el efecto del hecho de que uno de los dos padres, no lo deseó”.
Y agrega “….la manera en que le ha sido instilado un modo de hablar, no
puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres”.
4) Hay que estar advertido, que la cuestión de la transferencia de los
padres hacia el tratamiento es un hecho que hay que tener en cuenta
ya que es determinante en la continuidad del mismo.
Pero el análisis deber asegurarle al joven sobre todo un lugar donde su
palabra sea escuchada y donde prime su palabra sobre la de sus padres
El análisis debe ser un lugar en que se lo escuche y se lo reconozca en su
estatuto de sujeto responsable de su palabra. El mínimo indicio de que esto no
es así, determinará el abandono del tratamiento. .
En los casos en que por ejemplo, el analista haya escuchado la demanda de
los padres antes que la del joven en relación a cuestiones atinentes al deseo
singular de este, el abandono del análisis suele ser inmediato. Abandonarán el
análisis como lo hizo la adolescente Dora, de un día para otro: vendrán a
decirnos como aquella joven a Freud, que esa sesión es la última que vienen.
No habrá dudas al respecto ni posibilidad de cambio en esa decisión.
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Sin embargo, cuando el analista no se engaña y escucha la palabra del
joven que la sostiene como puede, la respuesta también será inmediata,
apostarán al análisis sin resquemores, como apuestan a la vida. Ellos
saben que no hay nada para perder, no están aferrados ni a propiedades,
ni a amores, ni a cobardías de valores imaginarios.
El efecto del análisis será también muy decisivo y las mutaciones subjetivas
rápidas. Quizás sea simplemente, como bien dice Freud que cuanto más
joven es un sujeto, en la mayoría de los casos, más lábiles son las
adherencias a determinadas posiciones libidinales (Freud, 1914). De ahí la
cautela que debe primar en las intervenciones del analista, a sabiendas del
fuerte efecto que sus palabras causan en los adolescentes.
Por lo tanto, teniendo en cuenta lo antes planteado referido a la importancia de
la transferencia de los padres hacia el tratamiento, el analista deberá encontrar
un sutil equilibrio entre la escucha de la palabra del joven y la de sus padres.
La ética del psicoanálisis es siempre la misma, la de conducir al sujeto a que
pueda hacerse responsable de su deseo con todas las dificultades que implica
en estos casos el hecho de tratarse de sujetos que pese a comenzar a tomar
la palabra y a hacerse responsable de sus actos todavía no son » sui juris » es
decir, independientes jurídica y económicamente de otros en cuestiones
centrales de la vida. Este hecho no debe hacernos retroceder.
Notas
1) Szapiro, L. Compacidad y goce en Elementos para una teoría y clínica
lacaniana del fenómeno psicosomático. Grama Ediciones. Buenos Aires
2008
2) Caso desarrollado en el artículo “Cuando dejó de robar” de Liliana
Szapiro en Teoría y Testimonios 1: De una lábil inscripción en el Otro.
Grama Ediciones. Buenos Aires. 2013

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