Actualizado 20 diciembre, 2022 Por Fundación Proyecto Asistir
Algunas consecuencias clínicas.
- En relación al análisis de sujetos que estén atravesando el momento de la pubertad nuestra responsabilidad como analistas es poder escuchar esta palabra que el sujeto en esta coyuntura es convocado a tomar. El adolescente demanda ser escuchado y reconocido como responsable de su palabra. El hecho de no serlo trae aparejadas una serie de dificultades para el sujeto en la posibilidad efectiva de realizar su deseo, cuestión esta que no deja de tener consecuencias en la clínica.
- La función paterna está aquí en primer plano. No es a otra cosa a la que están articulados los ritos de iniciación, tan antiguos como la civilización misma. La operación de separación sólo puede realizarse teniendo como eje dicha función. Y si bien sabemos que la función paterna es siempre fallida, un fracaso rotundo de la misma, va a determinar que la operación de separación también fracase gravemente. Cuando esta fracasa entonces, el sujeto pese a que es convocado a tomar la palabra no lo puede hacer y responde a esta convocatoria con el derrumbe de la estructura en el caso de la psicosis, con el desencadenamiento de sus síntomas, con la irrupción del goce desregulado de la anorexia, bulimia, adicciones, y/o psicosomática o a través de actuaciones.
En los casos en los que responden con actings, lo que prima es un llamado al Otro que encarna la función paterna para que esté a la altura de dicha función. En el caso de los sujetos que consultan desde esta posición (lo cual es muy frecuente en los adolescentes), es necesario que el analista como condición previa al inicio del análisis pueda alojar este llamado.
En relación a los pasajes al acto que también son muy habituales en la adolescencia pensamos que están articulados a las mismas cuestiones. Cuando un sujeto ha hecho un llamado al Otro que encarna la función paterna para que lo sostenga en su deseo y no ha sido escuchado, el sujeto puede dar la espalda a ese Otro y quedar a la deriva como gran parte de los jóvenes de nuestros días. Muchos de ellos podrán llegar a realizar pasajes al acto que impliquen un daño corporal como cortes en el cuerpo o llegar al suicidio. Será relevante que el analista aloje al sujeto de manera decidida para evitar el pasaje al acto y propiciar el comienzo del análisis.
Por supuesto que esta cuestión hay que pensarla en la lógica del caso por caso y teniendo en cuenta las particularidades de cada sujeto y de su época.
- Resulta determinante en el modo de responder a la convocatoria que la pubertad implica, la manera en que los sujetos han sido alojados en el Deseo del Otro en su venida al mundo.
En Conferencia en Ginebra sobre el síntoma dice Lacan ( Lacan, 1974) “ Sabemos muy bien en el análisis la importancia que tuvo para un sujeto, vale decir, aquello que en ese entonces no era absolutamente nada, la manera en que fue deseado. Hay gente que vive bajo el efecto, que durará largo tiempo en sus vidas, bajo el efecto del hecho de que uno de los dos padres – no preciso cuál de ellos- no lo deseó”. Y agrega “….la manera en que le ha sido instilado un modo de hablar, no puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres”.
- Hay que estar advertido, que la cuestión de la transferencia de los padres hacia el tratamiento es un hecho que hay que tener en cuenta ya que es determinante en la continuidad del mismo.
Pero el análisis deber asegurarle al joven sobre todo un lugar donde su palabra sea escuchada y donde prime su palabra sobre la de sus padres
El análisis debe ser un lugar en que se lo escuche y se lo reconozca en su estatuto de sujeto responsable de su palabra. El mínimo indicio de que esto no es así, determinará el abandono del tratamiento. .
En los casos en que por ejemplo, el analista haya escuchado la demanda de los padres antes que la del joven en relación a cuestiones atinentes al deseo singular de este, el abandono del análisis suele ser inmediato. Abandonarán el análisis como lo hizo la adolescente Dora, de un día para otro: vendrán a decirnos como aquella joven a Freud, que esa sesión es la última que vienen. No habrá dudas al respecto ni posibilidad de cambio en esa decisión.
Sin embargo cuando el analista no se engaña y escucha la palabra del joven que la sostiene como puede, la respuesta también será inmediata, apostarán al análisis sin resquemores, como apuestan a la vida. Ellos saben que no hay nada para perder, no están aferrados ni a propiedades, ni a amores, ni a cobardías de valores imaginarios.
El efecto del análisis será también muy decisivo y las mutaciones subjetivas rápidas. Quizás sea simplemente, como bien dice Freud que cuanto más joven es un sujeto más lábiles son las adherencias a determinadas posiciones libidinales. De ahí la cautela que debe primar en las intervenciones del analista, a sabiendas del fuerte efecto que sus palabras causan en los adolescentes.
Por lo tanto, teniendo en cuenta lo antes planteado referido a la importancia de la transferencia de los padres hacia el tratamiento, el analista deberá encontrar un sutil equilibrio entre la escucha de la palabra del joven y la de sus padres.
La ética del psicoanálisis es siempre la misma, la de conducir al sujeto a que pueda hacerse responsable de su deseo, con todas las dificultades que implica en estos casos el hecho de tratarse de sujetos que pese a comenzar a tomar la palabra y a hacerse responsable de sus actos todavía no son » sui juris » es decir, independientes jurídica y económicamente de otros en cuestiones centrales de la vida. Este hecho no debe hacernos retroceder.
Artículo escrito por la Dra. Liliana Szapiro