Desarrollos sobre el concepto de Interpretación

Por la Lic. Mercedes Sánchez Sarmiento

El presente informe se enmarca en el Curso de Posgrado en Clínica Psicoanalítica en la Asoc. Civil Proyecto Asistir, y corresponde al trabajo de análisis sobre un rasgo elegido, tomando en consideración la bibliografía estudiada en el curso.

Trabajaré el concepto de Interpretación para el Psicoanálisis de Orientación Lacaniana, tomando como base los desarrollos teóricos de J. Lacan en algunos de sus Seminarios, y la relación de este concepto con los que él considera los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis en el Seminario 11: inconsciente, repetición, transferencia y pulsión. 

Partimos por preguntarnos qué es una interpretación, y si es posible una diferencia con las intervenciones. Las intervenciones del analista son todos los dichos y acciones del analista, que sostienen el dispositivo analítico y lo enmarcan. En cambio, la interpretación se define por sus efectos, es decir, por los efectos que produce en la estructura psíquica. En este sentido, si un decir del analista, un sonido o una pregunta produce efectos en la estructura, la consideramos una interpretación. 

La interpretación tiene un objetivo: hacer surgir al sujeto desde lo simbólico, para conmover lo real del goce; o, dicho en otros términos, reducir los significantes a los que el sujeto está alienado, para vaciarlos de goce, de ese goce que Lacan en el Seminario XXII ubica como goce sentido, entre lo simbólico y lo imaginario, para producir un nuevo efecto por el que el sujeto accede al deseo. Hacer surgir al sujeto desde lo simbólico implica que el sujeto se sostiene en éste registro. “Llamamos el sujeto por el significante que, en cada caso, funciona como representando a este sujeto ante otro significante” . Esta fórmula aparece definida en el discurso del Amo, que es el discurso del inconsciente.

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El S1 es el significante que hace marca sobre el S2, a partir del cual surge el sujeto. Es el significante que organiza un saber previo. Al saber previo lo denominamos S2. El efecto de esta operatoria es el surgimiento del sujeto a partir de que lo representa un S1 para un S2. 

Para una paciente, Andrea, el S1 como la marca del Otro que la nombra como sujeto, está dado por loca. Es a partir de como este significante se relaciona con el S2, que los efectos de significación son distintos. A partir de los nervios y ansiedades que padece Andrea, tiene que tomar un ansiolítico. El tomar tranquilizantes la hacen sentir que está loca. El efecto de significación produce un sentido que aparece bajo el modo de locas son las que toman pastillas. Sabemos que el sentido cristaliza goce, y en este caso implica una posición del sujeto. La lógica por la que se produce el sujeto es a partir del S1, loca, por lo que representa ante un S2, dado por tomar pastillas. 

La posición del sujeto es ante el S2, que como ya dijimos, implica un saber sobre el goce. A partir de esto, se deduce que el S2 es la forma por la que podemos abordar lo real del goce por medio de lo simbólico. La interpretación se dirige a la posición del sujeto ante el S2, y en tanto la posición subjetiva vehiculiza el goce en el sujeto, la interpretación modifica la posición y acota el goce. 

En el goce ubicamos la satisfacción de la Pulsión de Muerte, aunque siempre hay una articulación de Pulsión de Vida y Pulsión de Muerte. Con la interpretación, y por efecto de la función de corte, se trata de cortar con la mortificación que genera la posición ante los significantes que representan al sujeto. Esta posición se puede vivir con placer o displacer, y en este último caso generar sufrimiento. En el caso de Andrea, la representación de loca que padece por tomar pastillas lo vive con mucho sufrimiento y acrecienta su sentimiento de paranoia por la que queda presa del goce del Otro. El uso de ansiolíticos a nivel psiquiátrico le disminuye la angustia y tiende a minimizar los sentimientos de paranoia ante determinadas situaciones, pero a nivel del sentido, a ella la hace sentirse loca. 

El S1 es  no sólo la palabra del Otro que la nombra, sino también un tipo de identificación, que para Lacan es la identificación al rasgo unario y para Freud está en el segundo tipo de las identificaciones de las desarrolladas en el Capítulo 3 de Psicología de las Masas y Análisis del Yo. Para Andrea, “loca” no es solamente como los otros la nombran, sino también es el significante que la identifica, en tanto es como ella se siente que es para los Otros. Es en este punto donde “loca” le da consistencia al ser. El S1 toma la forma de marca en el sujeto a partir del rasgo unario que sostiene la identificación simbólica, y da consistencia al ser. El punto problemático del sujeto no está en relación al S1, porque sabemos que un significante por sí mismo no vale nada, sino por el efecto de sentido que se produce a partir de la articulación con un S2. El significante “loca”, por sí mismo, no significa nada, sino que adquiere un sentido para Andrea cuando quienes para ella son Otros significativo la nombran loca. 

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Es a partir del uso de la Interpretación, cuando ésta tiene efectos sobre la estructura, sobre la que se busca quitar consistencia a los efectos de significación. En otros términos, por el uso de la interpretación ponemos en juego los mecanismos de alienación y separación. La alienación es a un sentido que conlleva goce. La alienación a este sentido de locura es lo que se pone en cuestión con las intervenciones. La separación al sentido alienante, interpretación mediante, conlleva un nuevo uso del significante, creativo. La interpretación no se realiza sobre el S1, ni sobre el S2, ni sobre el goce. Se interpreta el efecto de significación en el que se articula el goce mortífero y socava el acceso al deseo. Se trata de construir en lo simbólico, donde la trama inicial no alcanza para acceder y sostener al deseo. 

La interpretación es el instrumento que, orientado por el deseo del analista, se mide por sus efectos en tanto da lugar al advenimiento del deseo y acota al goce. La interpretación es el medio privilegiado para operar en el inconsciente, y es posible su operatoria siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones: el establecimiento de una neurosis artificial, la neurosis de transferencia, la conformación de un síntoma analítico, y lo que Miller, en Introducción al método psicoanalítico, denomina la introducción al inconsciente, como la relación a un saber no advertido por el analizante, pero que se sabe que lo determina. Los efectos de la interpretación se habilitan por la entrada del sujeto en el dispositivo del análisis, y supone una puesta en forma de la relación al inconsciente en las entrevistas preliminares. En otros términos, la interpretación se sostiene en la estructura de lo simbólico, y sus efectos sólo son posibles cuando la red de significantes puede recibir la interpretación bajo la forma del significante vacío de sentido. 

Sin bien con la interpretación, que realizamos desde lo simbólico buscando acotar el goce en lo real, los efectos son en la estructura del nudo, por lo que las modificaciones se realizan en los tres registros: imaginario, Simbólico y real. 

Dice Lacan en la pag. 183 del Seminario XI:

“Coloquémonos en los dos extremos de la experiencia analítica. Lo reprimido primordial es un significante, y aquello que se erige encima para constituir el síntoma podemos considerarlo siempre como andamiaje significante. Lo reprimido y el síntoma son homogéneos y siempre reductibles a funciones significantes. (…) En el otro extremo, está la interpretación. La interpretación concierne a ese factor dotado de una estructura especial que traté de definir mediante la metonimia. En su término, la interpretación apunta al deseo, al cual, en cierto sentido, es idéntica. En resumidas cuentas, el deseo es la interpretación misma.

En el intervalo está la sexualidad. De no haberse manifestado la sexualidad, en forma de pulsiones parciales, como lo que domina toda la economía de este intervalo, nuestra experiencia no sería más que una mantica (…)”.

En los dos extremos de la experiencia analítica se ubican el significante reprimido y el síntoma que surge como consecuencia del retorno de lo reprimido, y en el otro extremo la interpretación. El significante reprimido y el síntoma son homogéneos en tanto tienen estructura significante, y la interpretación apunta a desarmar el síntoma mediante el trabajo sobre los significantes que lo erigen. Lógicamente, operar para desarmar un síntoma, implica un trabajo de constitución del mismo. Hay dos significados de síntoma en Psicoanálisis: desde Freud, tenemos al síntoma como formación de compromiso entre dos fuerzas contrarias al Yo. En este caso, la interpretación viene a poner en evidencia los motivos que dieron origen a la represión, ubicándose en la articulación entre lo imaginario y lo simbólico, que en el nudo borromeo se encuentra en el lugar del goce sentido. Para el Psicoanálisis orientado por las enseñanzas de Lacan, el síntoma adquiere otro sentido, y es una construcción realizada en el análisis por el trabajo del inconsciente que implica una localización del sufrimiento en algo que al sujeto le pasa y sobre el que se responsabiliza ante el goce que satisface en el síntoma. 

Es por esta forma de entender al síntoma, que lo ubicamos entre los tres registros por sus caras imaginaria, simbólica y real. La cara imaginaria del síntoma es la consistencia del mismo que aparece en la imagen y se manifiesta en la relación con los semejantes. La faz simbólica implica los significantes que vienen del Otro a los que el Sujeto está alienado, y que se cristalizan en una forma paradigmática por la que se goza del síntoma. La cara real del síntoma es el goce que se satisface en el mismo. Con la interpretación, por vía de la palabra tomamos ciertos significantes que dan soporte al síntoma, y los aislamos, de manera que cortamos con el sentido acotando el goce sentido, y posibilitamos una nueva articulación, distinta, en la que aparece el deseo. La interpretación concierne a la metonimia, en tanto desarma con la articulación significante que da lugar a la conformación del síntoma, desarmando el sentido cristalizado, y permitiendo el desplazamiento por nuevos significantes. En el pasaje por distintos S2, el sentido gozado se desarma y aparece el sujeto en la articulación entre significantes. En la articulación entre significantes adviene el deseo, dado que este último se desplaza en la metonimia significante. Por eso, para Lacan la interpretación apunta al deseo, en tanto en la metonimia significante adviene el sujeto, y por lo tanto el deseo, y se corta con el goce sentido.

En los desfiladeros del significante aparece la sexualidad bajo la forma de satisfacción de las pulsiones parciales en las distintas voces: activa, pasiva y media. Estas voces marcan la posición del sujeto ante el goce y aparecen en el decir. Un niño de cuatro años que atendí me decía “tirame”: al diván, al piso, o “tirame” juguetes encima. La sexualidad va a aparecer en la transferencia, bajo la forma de demanda. 

El inconsciente es algo que se abre y se cierra. Las interpretaciones y las intervenciones apuntan a que el inconsciente se abra para el advenimiento del efecto sujeto en el intervalo significante. 

“El objetivo de la interpretación no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda conducta del sujeto”. El sentido es fantasmático, y tapona la falta en el Otro. El objetivo del análisis es barrar al otro y asumir la castración, porque asumiendo a la castración se accede al deseo. El sentido, ubicado en el nudo en la intersección imaginario-simbólico, es siempre un sentido gozado, viene del Otro, y en la clínica lo solemos escuchar bajo una frase por la que el sujeto se define a sí mismo. Cuando preguntamos por esta definición, se suele indicar que eran las palabras que al sujeto se las decía un Otro significativo. 

Un paciente de 18 años era definido por en las palabras de la madre como “igual a mi hermano”, con quien ella estaba peleada porque era “adicto a las drogas, siempre se metía en problemas”. Este joven se quejaba del lugar en que era puesto por su madre, pero lo actuaba en el consumo de drogas y robando dinero a conocidos. Esta alienación a un sentido otorgado por la madre “ser igual a su hermano”, surge por una articulación significante entre S1 y S2. Implica un sentido al que el sujeto está alienado y del que, a partir de la pregunta por el deseo de la madre, que lo confronta con su propio deseo, el sujeto podrá separarse. Las intervenciones apuntan a cuestionar estos sentidos por los que se goza, posibilitando una separación que da lugar al cambio de posición subjetiva. 

Hay dos tipos de identificaciones: imaginarias y simbólicas. En el análisis trabajamos con las identificaciones simbólicas, que las defino como la alienación a un sentido del otro, que le otorga un ser, y que ubica al sujeto en relación al deseo del Otro. En este sentido, el ser es “desde donde soy amable para el otro”, y es una respuesta al deseo del Otro. Con las interpretaciones vaciadas de sentido, utilizando el enigma y de la cita, cuestionamos los significantes que dan lugar a estas identificaciones que, como dijimos, posibilitan un cambio de posición. Estas identificaciones también marcan las modalidades de goce. Andrea sostiene una grave posición histérica que le conlleva mucho sufrimiento, busca continuamente hombres con quienes mantiene duraderas relaciones amorosas, en las que su goce se sitúa en intentar salvar al hombre de la enfermedad, que para ella puede tomar la forma de una enfermedad orgánica, o una adicción a las drogas o al alcohol, o exabruptos de violencia. Esta posición de goce, por la particularidad de los hombres que se busca, le imposibilita acceder al deseo que en ella se articula como el anhelo de formar una familia, casarse y tener hijos. Hasta el momento, estamos en tiempo de entrevistas preliminares. Cuestionar su posición de goce en el análisis, no la conmueve ni la angustia. Es necesario un tiempo de trabajo en el que lo simbólico, donde ubicamos el saber que sostiene el goce, se despliegue, y mediante la pregunta por el deseo del Otro pueda conmover su identificación a “ser quien salva al hombre enfermo”.

Me pregunto, ¿qué hacer con los afectos? Sabemos desde los primeros escritos de Freud que con la represión se separa la representación del afecto, y el afecto se dirige a otro lugar. Lacan, en el Seminario 10, señala que “la angustia es el único afecto que no engaña”, no engaña respecto a un real que se pone en juego. Por lo tanto, deducimos que todos los otros afectos engañan. Todos afectos engañan, excepto la angustia, que indica la presencia de un real. Si ésta se produce en el marco del análisis y como respuesta a la interpretación, es que ésta ha tenido efectos, aunque obviamente, no todo efecto de la interpretación se mide por el surgimiento de la angustia, sino por los efectos de ésta en la estructuración psíquica. 


*Lacan, J. El Seminario. Libro 17. Buenos Aires, Paidós. Pg. 11.

Bibliografía

  • Lacan, J. El Seminario. Libro 10. Buenos Aires, Paidós.
  • Lacan, J. El Seminario. Libro 11. Buenos Aires, Paidós.
  • Lacan, J. El Seminario. Libro 17. Buenos Aires, Paidós.
  • Lacan, J. El Seminario. Libro 20. Buenos Aires, Paidós.
  • Lacan, J. El Seminario. Libro 23. Buenos Aires, Paidós.
  • Miller, J-A. Introducción al método psicoanalítico. Buenos Aires, Paidós.

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